martes, 22 de julio de 2014

Litaniae lauretanae 8


La imagen central de madre e Hijo está rodeada por una multitud de Ángeles. La leyenda alrededor de los Ángeles está parafraseando a Daniel 7:10: "miles de miles le servían y miríadas sobre miríadas lo asistían". Se muestran 7 arcángeles, siendo fácil de reconocer a Gabriel con su ramo de lirios, en la escena de la Anunciación, María en un reclinatorio con un libro; Miguel con armadura caballeresca y Rafael con traje de peregrino.Los otros ángeles pueden ser Uriel, Jehudiel, Barachiel, y Saltiel. Dos más sostienen una corona para el Niño y otro más presenta una corona a María. La impresión general que transmiten es de  fuerza y esplendor, pero a pesar de sus ropajes y posturas impresionantes, se inclinan humildemente ante la madre y el niño, haciendo realidad el mensaje del lema:
 "Reina sobre nosotros (Gideon) y tu hijo..." (Jueces 8:22).

El retrato de María, aquí representado como una reina en un típico estilo barroco, está rodeado de dos cuernos de la abundancia; desbordan coronas y cetros de un lado, y emblemas eclesiásticos y un crucifijo del otro. Estos símbolos dispersos de autoridad se contrastan con el cetro y la corona de María que son inquebrantables y poderosos.
Se representan dos grupos de patriarcas a los pies de María. A la derecha, los patriarcas del antiguo testamento: Moisés y las tablas de la ley, Abraham, Jacob y Isaac con el haz de leña para el sacrificio, así como otras figuras del antiguo testamento. El grupo de la izquierda representa a algunos de los importantes fundadores de órdenes religiosas, en particular San Ignacio (vestido con indumentaria litúrgica, marcada por el monograma de Jesús), San Francisco (con hábito franciscano mostrando sus manos estigmatizadas), posiblemente también dos figuras que representan las tradiciones dominica y agustina. San Benito, patriarca de la vida monástica en Occidente, está sentado y sostiene un cáliz, su atributo más popular.

La gran figura de esta ilustración es David, coronada su cabeza y un arpa en su mano derecha. Con su mano izquierda está a punto de coronar la cabeza de María bajo la mirada divina y eterna. David pronuncia estas palabras del Apocalipsis: "El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía" (19:10). En el retrato de María como la humilde sierva parece estar la verdadera razón para ser denominada  Reina de los profetas, pues de su boca vienen las palabras del Magnificat: "Ha auxiliado a Israel su siervo" (Lucas 1:54).
La mitad inferior del grabado cuenta con varias figuras proféticas, entre ellos en el primer plano Jerónimo con el león, y lo que parece ser la figura de una sibila, posiblemente la famosa Sibila Tiburtina (profetisa del emperador Augusto). El fondo representa al profeta Ezequiel de pie en el valle de los muertos y profetizando la resurrección de la carne (capítulo 37). La ilustración está coronada con el elogio de la profecía de 1 Corintios 14:5:
 "Quien profetiza es mayor que uno que habla en lenguas".

Mary domina en el cielo sobre el grupo de los apóstoles que se reunieron en el cenáculo. Su postura y su figura son las de la Inmaculada. Sus brazos extendidos sugieren su intercesión y mediación. Las estrellas y los rayos de luz, así como la rueda del tiempo, marcada por los signos del Zodíaco alrededor, apuntan a la figura de la mujer vestida de sol (Apocalipsis 12:1). La corona que ostentaba el angelito confirma su título como reina de los apóstoles. Mientras tanto las lenguas de fuego, celo y luz, símbolos del Espíritu Santo (Paloma) están descendiendo sobre los apóstoles. Toda la escena, que ensancha la plenitud de la gracia de María, es una reminiscencia de Hechos 1:14,
 "ellos perseveraron en la oración, María, la madre de Jesús, en medio de ellos."
 

El tema central es la escena de la piedad: María, reina de los mártires ofrece a su Hijo, modelo y epítome del martirio en el mundo. Detrás de ella, se yergue la Cruz victoriosa. Al pie de la roca, que señala de que la pasión y muerte de Cristo es el fundamento de la Iglesia, un grupo de Santos Mártires están reunidos en alabanza del sacrificio de Cristo. Se distingue a San Jorge y el dragón, San Lorenzo con la parrilla y Santo Thomas Becket, cuya cabeza está atravesada por una espada. A la derecha de la roca, vemos la figura de San Jerónimo, flanqueado por el león de rodillas. Vivió como un león en el desierto (ascetismo) y peleó como un León para Cristo. Por lo tanto, dio su corazón a su Señor y Salvador (plato con corazón y monograma Cristo) que representa el martirio incruento.
Nuestra Señora recibe la corona del martirio de la mano de San Bernardo. El corazón atravesado con una espada se refiere a su famosa expresión: "O beata mater, animarum gladius pertransivit. Alioquin nonnisi eam pertransiens, carnem filii tui penetraret"(en Dom. Oct. Ass., 14), abreviado aquí como "Tuam ipsius animam." El alma de María recibe la lanza que ya no podría tocar a su hijo. El lema destaca martirio espiritual de María parafraseando a Apocalipsis 17:6,
"su ropa es de color púrpura de la sangre de los Santos y la sangre de los testigos de Jesús".
 
La figura de María, sosteniendo el cetro y coronada como una reina, está sentada en un trono de nubes sostenido por dos angelitos y rodeado de suntuosos drapeados.
A sus pies están arrodilladoss varios obispos y un rey, viendo hacia arriba con admiración o hacia abajo con temor y reverencia. Dos figuras llaman especialmente la atención. Uno de ellos parece ser Santo Domingo,  vestido con el hábito de los dominicos, ofreciendo una corona o guirnalda de rosas. La otra figura, con atuendo simple y monacal, podría ser San Francisco.
La representación está inspirada en el Apocalipsis 4:10,
"Cayeron ante el que estaba en el trono y arrojaron sus coronas".

María está adornada como una virgen. Tiene un lirio en las manos representando su pureza. Una guirnalda de flores corona su cabeza. Su cabello está suelto y fluye libremente por sus hombros, un ícono típico de la mujer joven y soltera en el arte mariano.
Una corona de flores e innumerables vírgenes rodean la imagen de María. La representación entera está dominada por la figura del Cordero victorioso (con el pendón de cruz) que venció a la muerte dando su vida. La Virgen María y todas las otras vírgenes están siguiendo al cordero como el Apocalipsis nos recuerda,
"Son vírgenes y éstos son los que siguen al cordero dondequiera que va" (Apocalipsis 14:4).

 
María es como la luna entre las estrellas menores ("Velut inter stellas luna  minores"), lo que significa  que es la más grande entre todos los Santos. Esta idea se refuerza con otra inscripción, "Super eminet omnes." María supera a todos los otros santos en perfección.
La figura de María está vestida con ropajes dignos de una reina. Está rodeada de Santos que le ofrecen sus coronas como un gesto de reverencia. Se distinguen: Noé, Pedro, Lorenzo, Inés, David y un sexto sin atributo específico. Incontables otros santos están reunidos alrededor de un ángel que ofrece a  María una corona imperial colocada sobre un cojín.
La santidad preeminente de María se refuerza con el lema,
 "el Monte de la casa del Señor se colocará en lo más alto de las montañas" (Miqueas 4:1).

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