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Pero volvamos a lo que yo decía. De tan mala manera se portaba nuestro linaje anteriormente que estuvo en peligro de desaparecer de la tierra. Pues bien: nosotros, los que parecíamos indignos de vivir en la tierra, en este día hemos sido levantados al cielo. Los que no éramos dignos ni siquiera de mandar sobre la tierra, subimos al reino celeste allá arriba, entramos en el cielo y hemos obtenido un trono real y señorial. Y la naturaleza por culpa de la cual un querubín quedó guardando el paraíso, esa ahora se asienta sobre todos los querubines.

¿Qué es esto? El fue el ofendido con la injuria ¿y es El quien invita a la paz? ¡Así es la verdad! ¡como que El es Dios y por esto, como Padre benigno nos exhorta y anima! Pero observa cómo está este negocio: el Hijo es el mediador del que exhorta e invita, ¡y no es puro hombre, ni ángel, ni arcángel ni alguno de los servidores de Dios! Y ¿qué hace el Mediador? ¡Hace obra de Mediador! Porque así como cuando dos andan enemistados y no quieren ser reducidos a paz y mutua concordia, viniendo un tercero e interponiéndose, pone fin a las enemistades de ambos, así hizo Cristo. Airado estaba Dios con nosotros y nosotros estábamos apartados de El. Entonces Cristo, interponiéndose, reconcilió a ambas naturalezas.
San Juan Crisóstomo
Homilía sobre la Ascensión (fragmento)