Este búho sueña con el
día en que la guitarra sea definitivamente desterrada de las ceremonias
litúrgicas. No debemos olvidar que la Liturgia es parte fundamental del legado
que su Santidad Benedicto XVI dejó a la Iglesia del siglo XXI. Desde el Papa
Francisco hasta el último acólito de la más recóndita diócesis del mundo deben
sentirse llamados a continuar y hacer fructificar este legado por el que el Papa
Ratzinger oró, trabajó y sufrió. “No es temerario afirmar, decía en el
2007, que en una liturgia totalmente centrada en Dios, en los ritos y en los
cantos, se ve una imagen de la eternidad” (Discurso a los monjes
cistercienses de la abadía de Heiligenkreuz, 9-9-2007). Es necesario mantener
viva la conciencia de que solo la Iglesia puede proporcionar a una humanidad,
crecientemente amenazada por la vulgaridad, la admirable trascendencia de la
belleza, del bien, de la verdad; en una palabra, de Dios. Y la liturgia es la
instancia más visible y tangible para que el hombre común pueda apreciar esta
sublime grandeza. Mientras más se asemejen los comportamientos litúrgicos
–cánticos, posturas, vestimentas, instrumentos, etc.- a los de la simple vida
profana, la liturgia se vuelve tanto más inútil e inoperante para elevar los
espíritus a la región de lo eterno y celestial y, por tanto, para santificar.
Desde esta perspectiva se entiende bien por qué el órgano está llamado a
desterrar la guitarra del templo: “El órgano, desde siempre y con
razón, se considera el rey de los instrumentos musicales, porque recoge todos
los sonidos de la creación y –como se ha dicho hace poco- da resonancia a la
plenitud de los sentimientos humanos, desde la alegría a la tristeza, desde la
alabanza a la lamentación. Además, trascendiendo la esfera meramente humana,
como toda música de calidad, remite a lo divino La gran variedad de los timbres
del órgano, desde el piano hasta el fortísimo impetuoso, lo convierte en un
instrumento superior a todos los demás. Es capaz de dar resonancia a todos los
ámbitos de la existencia humana. Las múltiples posibilidades del órgano nos
recuerdan, de algún modo, la inmensidad y la magnificencia de Dios”
(Benedicto XVI, Discurso con ocasión de la bendición del nuevo órgano de la Alte
Kapelle de Ratisbona 12.9.2006).
fuente: El Buho Escrutador
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