VII. Por qué ciertas obras
maravillosas, aunque comunes a las tres Personas, se atribuyen al Espíritu
Santo.
132.
Además de esto convendrá enseñar que
hay algunos efectos maravillosos y magnifícentísimos dones del Espíritu Santo,
que nacen y manan de él como de una perenne fuente de bondad. Pues aunque las
obras de la Santísima Trinidad que se realizan fuera de ella sean comunes a las
tres Personas, con todo muchas de ellas se atribuyen al Espíritu Santo como
propias, para que entendamos que nos vienen de la inmensa caridad de Dios.
Porque
como el Espíritu Santo procede de la divina voluntad inflamada de amor, bien se
deja comprender que los efectos atribuidos al Espíritu Santo, nacen del sumo
amor de Dios para con nosotros. Y de aquí proviene llamarse don el Espíritu
Santo; porque el vocablo de don significa aquello que benigna y graciosamente
se da sin esperanza alguna de recompensa. Por lo tanto debemos reconocer con un
corazón piadoso y agradecido, que todos los bienes y beneficios que hemos
recibido de Dios (y ¿qué tenemos, como dice el Apóstol, que no hayamos recibido
de él?) nos son concedidos por mera gracia y bondad del Espíritu Santo.
VIII. Cuáles y cuántos son
los dones del Espíritu Santo.
133. Estos efectos son muchos;
porque omitiendo ahora la creación del mundo, y la propagación y gobierno de
las cosas criadas de que hicimos mención en el primer artículo, poco
antes se ha declarado que la comunicación de la vida espiritual a nuestras
almas conviene propiamente al Espíritu Santo, y se confirma con el testimonio
de Ezequiel que dice: “Os daré mi Espíritu y viviréis”. Pero quien
cuenta los principales y más propios efectos del Espíritu Santo, es el Profeta,
diciendo que son: el espíritu de sabiduría y de entendimiento, el espíritu de
consejo y fortaleza, el espíritu de ciencia y piedad, y el espíritu del temor
de Dios, y estos se llaman dones del Espíritu Santo, bien que algunas veces se
les atribuye el nombre mismo del Espíritu Santo. Por lo cual sabiamente
advierte San Agustín, que cuando en las santas Escrituras se hace mención de
esta voz, Espíritu Santo, se ha de mirar y discernir si significa la tercera
Persona de la Trinidad, o sus efectos y operaciones, porque no con menor
distancia se distinguen entre sí estas dos cosas, cuanto creemos distar el
Criador de las criaturas.
Y tanto más cuidadosamente se
han de explicar estos dones del Espíritu Santo, cuanto de ellos sacamos las
reglas de la vida cristiana, y por ellos podemos conocer si el Espíritu Santo
está en nosotros. Mas el don que sobre todos los demás, aunque
magnifientísimos, se ha de encarecer es, aquella gracia que nos hace justos y
nos marca con el sello del Espíritu Santo, que se nos había prometido, el cual es
prenda de nuestra herencia. Porque ésta gracia es la que une nuestra alma con
Dios en un estrechísimo lazo de amor, el cual hace que encendidos en un ardentísimo
deseo de la virtud, comencemos nueva vida, y que hechos participantes de la naturaleza
divina, nos llamemos y verdaderamente seamos hijos de Dios.
fuente: Catecismo Romano de Trento
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