Muchas personas creen erróneamente que si no saben latín, no pueden participar de la Misa, (se sobreentiende el rito tradicional) o no les va a aprovechar como quisieran. ¡Qué lejos de la verdad! Aquí unas oraciones para seguir la Misa y aprovechar devotamente y lo mejor posible el Santo Sacrificio y apartar para sí la mayor cantidad de gracias y bendiciones posibles.
Principio de la Misa.
En el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.
En vuestro santo
nombre, oh adorable Trinidad, para rendiros el culto, adoración y honra que Os
son debidos, asisto a este santo y augusto Sacrificio.
Permitidme,
divino Salvador, que una mi intención a la del ministro de vuestro altar para
que pueda ofrecer la preciosa Víctima de mi salud, y dadme los sentimientos de
que hubiera debido estar poseído en el Calvario, si hubiera asistido al
Sacrificio sangriento de vuestra Pasión y de vuestra Muerte.
Confíteor.
Lleno de rubor
delante de Vos me acuso, Dios mío, de todos los pecados que he cometido. Yo los detesto en presencia de María, la más
pura de todas las Vírgenes, y la más Santa de todos los Santos, y la más
glorificada entre todos los bienaventurados del Cielo: porque he pecado con
pensamientos, palabras, acciones y omisiones, por mi culpa, por mi culpa, por
mi gravísima culpa. Por lo cual ruego a
la Santísima Virgen y a todos los Santos se dignen interceder por mí.
Señor, escuchad
favorablemente mi súplica y concededme la indulgencia y el perdón de todos mis
pecados.
Kyrie, eléison.
Divino Creador
de nuestras almas, no desechéis la obra de vuestras manos. Padre misericordioso, tened compasión de
vuestros hijos.
Autor de nuestra
salud, sacrificado por nuestro amor, aplicadnos los méritos de vuestra muerte y
de vuestra preciosa Sangre.
¡Amable
Salvador, dulce Jesús, compadeceos de nuestras miserias, perdonad nuestras
iniquidades!
Gloria in excélsis.
Gloria a Dios en
las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Señor, os alabamos, os bendecimos, os
adoramos, os glorificamos, y os damos gracias.
Señor Dios, Rey
de lo Cielos, Dios Padre omnipotente; Señor, Hijo unigénito Jesucristo; Señor
Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre, que borráis los pecados del mundo, tened
piedad de nosotros; Vos que quitáis los pecados del mundo, recibid benignamente
nuestras súplicas: Vos que estáis sentado a la diestra de Dios Padre, tened
misericordia de nosotros porque Vos solo sois Santo. Solo vos sois Señor, solo Vos Altísimo
Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
Oración.
Concedednos,
Señor, por la intercesión de la Santísima Virgen y de los Santos, que nosotros
honramos, todas las gracias que vuestro ministro os pide para él y para
nosotros. Uniéndome a él, os dirijo la
misma súplica por todos aquellos por quienes estoy obligado a pedir, para que a
ellos y a mí nos concedáis todos los auxilios que Vos sabéis nos son
necesarios, a fin de obtener la vida eterna, en el nombre de Jesucristo. Amén.
Epístola.
Mi Dios, Vos me
habéis llamado al conocimiento de vuestra santa ley, prefiriéndome a tantos
pueblos y naciones que viven en la ignorancia de vuestros sagrados
misterios. Yo acepto con todo mi
corazón esta divina ley y escucho con respeto los sagrados oráculos que habéis
pronunciado por boca de vuestros Profetas.
Yo los venero con toda la sumisión que es debida a la palabra de un
Dios, y miro como inefable dicha el cumplimiento de todos ellos y me someto a
los mismos con toda la alegría de mi corazón.
¡Que no posea
yo, oh Dios mío, un corazón semejante al de vuestros Santos de la antigua
Alianza! ¡Que no pueda yo suspirar hacia Vos con el ardor de los Patriarcas y
conoceros y reverenciaros como los Profetas, amaros y unirme únicamente a Vos
como los Apóstoles!
Evangelio.
Ya no son, ¡oh
mi Dios! Los Profetas ni los Apóstoles, quienes van a instruirme de mis
obligaciones. Es la palabra de vuestro
Hijo único, que voy a oír. Mas ¡ah! ¿de
qué me servirá haber creído en vuestra palabra, Señor Jesús, si no obro
conforme a mi fe? ¿De qué me servirá, cuando me presente delante de Vos, el
haber profesado esta fe, sin el mérito de la caridad y de las buenas obras?
Yo creo y vivo
como si no creyera o cual si creyera en un evangelio contrario al vuestro. No me juzguéis, oh Dios mío, sobre esta
perpetua oposición que existe entre vuestras máximas y mi desdichada
conducta. Yo creo: inspiradme valor y
energía para practicar lo mismo que creo.
Todo sea para vuestra gloria.
Credo.
Creo en un solo Dios, Padre omnipotente, que creó el
Cielo y la tierra y todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor
nuestro, Jesucristo, Hijo único del Padre, antes de todos los siglos, Dios de
Dios, luz de luz, verdadero Dios de Dios verdadero; que no fue hecho sino
engendrado; que es una misma sustancia con el Padre, y por quien todas las
cosas han sido hechas; que bajó de los
Cielos para nuestra salvación; que habiendo tomado carne de la Virgen María,
por obra del Espíritu Santo, fue hecho hombre; que fue crucificado bajo el
poder de Poncio Pilato; que padeció, murió y fue puesto en el sepulcro; que
resucitó al tercer día según las Escrituras; que subió al Cielo; que está
sentado a la diestra del Padre; que vendrá de nuevo a juzgar a los vivos y a
los muertos, y que su reino no tendrá fin.
Creo en el
Espíritu Santo, Señor y Dios vivificante, que procede del Padre y del Hijo; que
es adorado y glorificado junto con el Padre y el Hijo, y que habló por los
Profetas.
Creo en la
Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso un
bautismo para la remisión de los pecados; espero la resurrección de los muertos
y la vida eterna. Amén.
Ofertorio.
Padre eterno e
infinitamente Santo, Dios todopoderoso, por indigno que sea yo de comparecer
delante de Vos, me atrevo a presentaros esta Hostia por las manos del
Sacerdote, con la intención que tuvo Jesucristo mi Salvador, cuando instituyó
este Sacrificio y que aun tiene en este momento en que se sacrifica en este
altar por mi amor.
Yo os ofrezco
esta Hostia para reconocer vuestro soberano dominio sobre todas las criaturas;
os la ofrezco en expiación de mis pecados y en acción de gracias por los
beneficios de que me habéis colmado.
Yo os ofrezco,
por fin, Dios mío, este augusto Sacrificio, al objeto de obtener de vuestra
infinita bondad, para mí, para mi familia, para mis parientes, para mis
bienhechores, mis amigos y enemigos, aquella preciosa e inestimable gracia, que
no puede sernos concedida, sino por los méritos de aquél que es Justo por
excelencia, y que se hizo Víctima de propiciación por todos los hombres.
Mas ofreciéndoos
esta adorable Víctima, os encomiendo ¡oh Dios mío! A toda la Iglesia católica,
a nuestro Santísimo Padre, a nuestro Obispo diocesano, a los que nos gobiernan,
y a todos los pueblos de la tierra, que en vos creen, o que pertenecen al
gremio de la Santa Iglesia católica.
Señor, acordaos
también de los fieles difuntos, y por consideración a los méritos de vuestro
amadísimo Hijo, dadles lugar de refrigerio, de luz y de paz.
No olvidéis,
Dios mío, a vuestros enemigos y los míos: tened piedad de todos los infieles,
de los herejes y de todos los pecadores: colmad de bendiciones, os lo pido
sinceramente, Dios mío, a aquellos que me persiguen, y perdonadme mis pecados,
como yo les perdono de todo corazón, todo el daño que me quisieran
ocasionar. Amén.
Prefacio.
Este es el feliz
momento en que el Rey de los Ángeles y Señor de los Querubines va a
presentarse. Redentor mío, llenad mi
pecho de vuestro espíritu, para que mi corazón, desarraigado de la tierra, no
piense en otra cosa más que Vos solo.
¡Cuánta es mi
obligación de alabaros y bendeciros en todo tiempo y en todo lugar, Dios de los
Cielos y de la tierra, Señor y Padre infinitamente grande, omnipotente y
eterno!
Nada más justo,
ni más provechoso para nosotros, que unirnos a Jesucristo para adoraros
continuamente. Por El todos los
espíritus bienaventurados rinden sus alabanzas y adoraciones a vuestra
Majestad, y por El todas las virtudes del Cielo, sobrecogidas de respetuosa
admiración se unen para glorificaros.
Permitid, oh Señor, que nosotros juntemos nuestras lenguas a las de
aquellas sagradas inteligencias, y que, tomando parte en los conciertos
celestiales, digamos:
Sanctus.
Santo, Santo,
Santo es el Señor Dios de los ejércitos.
Todo el universo está lleno de su gloria.
Bendíganle los
bienaventurados en el cielo. Bendito
sea el que viene a la tierra, Dios y Señor, como el que le envía.
Canon de la Santa Misa.
Os pedimos
encarecidamente en el nombre de Jesucristo vuestro Hijo, ¡oh Padre infinitamente
misericordioso! Que tengáis por agradable y bendigáis la ofrenda que Os
presentamos, a fin de que Os dignéis conservar, defender y gobernar vuestra
santa Iglesia católica con todos los miembros que la componen, el Papa, nuestro
Obispo, nuestro Soberano (o nuestro Presidente) y gobernantes, y generalmente
todos aquellos que profesan vuestra santa fe.
Os encomendamos
en particular, oh Señor, a aquellos por quienes la justicia, la caridad y el
reconocimiento nos imponen el deber de rezar por los mismos; a todos los que
estén presentes a este adorable Sacrificio, y singularmente, a N. N.; y
finalmente, oh gran Dios, para que nuestros cultos Os sean más agradables, nos
unimos a la gloriosísima Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor
Jesucristo; a todos los bienaventurados Mártires, y a todos los Santos y Santas
del Paraíso celestial y a los Ángeles que rodean el augusto trono de vuestra
gloria.
¡Venid, Señor
Jesús! ¡venid amable Reparador del mundo! A consumar un misterio que es el compendio de los
milagros. Ya viene el Cordero de Dios,
ved ahí a la adorable Víctima, por quien todos los pecados del mundo son
borrados.
Elevación.
Oh Verbo
encarnado, divino Jesús, verdadero Dios y
verdadero Hombre: yo creo que estáis aquí presente, Yo Os adoro con
humildad profunda, yo Os amo con todo mi corazón y como Vos Os presentáis aquí
inmolado por mi amor, yo me consagro enteramente al vuestro.
Yo adoro esta
preciosa Sangre que habéis derramado por todos los hombres, y espero, oh Dios
mío, que no la habréis vertido inútilmente por mí: hacedme la merced de que se
me apliquen los méritos de esta divina Sangre, tan preciosa que una sola gota
vale más que cielos y mundos infinitos.
Yo os ofrezco la
mía, oh Jesús, refugio nuestro, en reconocimiento de aquella infinita caridad
que habéis mostrado al verter la vuestra por mi amor.
Continúa el Canon.
¿Cuál sería,
pues, en adelante, mi maldad y mi ingratitud, si después de haber visto lo que
estoy contemplando, volviera a ofenderos?
No, Dios mío, no olvidaré jamás lo que Vos me presentáis en esta augusta
ceremonia: los sentimientos de vuestra pasión, la gloria de vuestra
resurrección; vuestro Cuerpo todo despedazado por amor a los hombres y vuestra
Sangre derramada por nosotros, realmente están presentes en este altar.
En este precioso
momento, oh eterna Majestad, os ofrecemos, por vuestra gracia, verdadera y
propiamente la Víctima pura, Santa y sin mancilla que plugo a vuestra inefable
bondad regalarnos, y de la cual todas las antiguas víctimas no eran sino
figuras. Sí, gran Dios, podemos con
verdad decir que éste es un Sacrificio infinitamente superior al de Abel, de
Abraham, de Melquísedec, refiriéndome a la augusta Víctima de vuestro Hijo,
objeto de vuestras eternas y especiales complacencias.
Concedednos, oh
Dios mío, que todos los que con la boca o con el corazón participan de esta
sagrada Víctima, salgan de este lugar, inflamados y colmados de divinas
bendiciones, las cuales se extiendan a las almas de los fieles que murieron en
el ósculo del Señor y comunión con la Iglesia, y particularmente de (aquí el
nombre por quien se aplica). Concédeles,
Señor, por los méritos de este sacrificio, el término completo de sus penas.
Dignaos
concedernos algún día esta gracia también a nosotros, Padre infinitamente
bueno, y hacednos entrar en la amorosa y eterna compañía de los Santos
Apóstoles, de los Santos Mártires y de todos los demás bienaventurados, a fin
de que con ellos podamos amaros y glorificaros eternamente.
Pater Noster.
¡Qué feliz soy
soy, oh Dios mío, en teneros por Padre!
¡Cuánta es mi
dicha al pensar que el Cielo, en que Vos estáis sentado, ha de ser un día mi
morada; que mi alma ha de remontarse
sobre este universo, sobre esta bóveda estrellada!
Glorificado sea
vuestro santo nombre por toda la tierra.
Reinad por completo sobre todos los corazones y sobre todas las
voluntades. Conceded a vuestros hijos
el alimento del espíritu y del cuerpo.
Nosotros perdonamos de corazón a nuestro enemigos: perdonadnos también,
Dios mío; sostenednos en las tentaciones y en los males de esta miserable vida,
preservadnos del pecado, el mayor de todos los males. Amén.
Agnus Dei.
Cordero de Dios,
sacrificado por mí, tened piedad de mí; Víctima adorable de mi redención,
salvadme; divino Mediador, obtenedme de vuestro eterno Padre la gracia; dadme
vuestra paz amorosa y santa, aquella paz que el mundo no conoce.
Comunión.
¡Cuán dulce me
sería, amable Salvador, ser contado en el número de aquellos dichosos
cristianos, a quienes la pureza de conciencia y una tierna devoción permiten
acercarse todos los días a la Mesa de los Ángeles.
¡Qué ventaja
para mí si yo pudiera en este momento poseeros en mi corazón, rendiros
fervorosos obsequios, exponeros mis necesidades y participar de las gracias que
concedéis a aquellos que realmente os reciben!
Mas ya que soy tan indigno, suplid, oh Dios mío, la indisposición de mi
alma; perdonadme todos mis pecados, yo los detesto porque os desagradan;
recibid el sincero anhelo que tengo de unirme a Vos. Purificadme con vuestra presencia y ponedme
en estado de recibiros, hasta que llegue ese feliz día en que espero poseer a
mi Dios sacramentado: Os pido encarecidamente, Señor, que me hagáis
participante de los frutos que la comunión del Sacerdote debe producir en todo
el pueblo fiel, que está aquí presente.
Aumentad mi fe por la virtud inefable de este divino Sacramento, fortificad
mi esperanza, acrisolad en mí la caridad, llenad mi corazón de vuestro amor, a
fin de que no respire más que a Vos, y no viva más que por Vos.
Ultimas Oraciones.
Acabáis, oh Dios
mío, de sacrificaros por mi salud; yo quiero sacrificarme por vuestra
gloria. Soy vuestra víctima, no me
desechéis. Acepto con todo mi corazón
los trabajos que os pluguiere enviarme; los cuales recibo de vuestra mano
amorosa, y por ellos os bendigo y glorifico.
He asistido,
Dios de amor, a vuestro divino Sacrificio.
Vos me habéis
colmado de favores, yo huiré con horror de las más insignificantes manchas del
pecado, sobre todo de aquel a que mi
inclinación me arrastra con más insistencia.
Yo prometo ser fiel a vuestra ley; estando resuelto a perderlo todo, y a
padecer todos los males, antes que quebrantarla.
Bendición.
Bendecid, ¡Dios
mío! Estas santas resoluciones; bendecidnos a todos por mano de vuestro
ministro, concediéndonos que los efectos de vuestra bendición queden
eternamente en nuestras almas. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Así sea.
Último Evangelio.
Verbo divino,
Hijo único del Padre, luz del mundo que bajasteis del Cielo para mostrarnos y
enseñarnos la senda del Paraíso; no permitáis que yo me parezca a aquel pueblo
infiel, que no quiso reconoceros por el divino Mesías: no consintáis que yo
caiga en la terrible ceguedad de aquellos infelices que prefieren ser esclavos
de Satanás, antes que tener parte de la gloriosa adopción de hijos de Dios, que
Vos vinisteis a procurarles.
Verbo hecho
carne, yo os adoro con el más profundo respeto y pongo mi confianza en Vos
solo, esperando firmemente que pues Vos sois mi vida, mi salud y mi Dios, y un
Dios que se hizo hombre para salvarnos, me concederéis las gracias necesarias
para santificarme, a fin de que logre poseeros en el Cielo. Amén.
Oraciones.
(Prescritas por
S. S. León XIII, para que las recen de rodillas al acabar la Misa el celebrante
y los fieles).
El sacerdote
dirá tres veces con el pueblo, el Ave María, y luego Dios te salve,
Reina, etc.
P. Ruega por
nos, Santa Madre de Dios.
R. Para que
seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos.
Oh Dios, nuestro
refugio y fortaleza, mirad propicio al pueblo que clama a Vos; y por la
intercesión de la gloriosa e inmaculada Virgen María, Madre de Dios, del
bienaventurado San José, su esposo, de los bienaventurados Apóstoles San Pedro
y San Pablo, y de todos los Santos, escuchad misericordioso y benigno estas
súplicas que os hacemos por la conversión de los pecadores, por la libertad y
exaltación de la Santa Madre Iglesia.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Oh Arcángel San
Miguel, defiéndenos en el combate, sé nuestro amparo contra la malicia y las
asechanzas del demonio. Pedimos
humildemente que el Señor le reprima con su poder; y tú, ¡oh Príncipe de la
milicia celestial! arroja en el infierno con el poder de Dios a Satanás y a los
otros espíritus malignos, que andan por el mundo para la perdición de las
almas. Amén.
Se dice tres
veces:
Corazón
sacratísimo de Jesús. Tened piedad de
nosotrosfuente: Instrucción Religiosa, Pbro. Galo Moret (1931)
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