El docto y piadoso Suárez y otros varios han probado de una manera irrefutable, apoyándose en el sentir de los Padres, que la devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación, y que es una señal infalible de reprobación el no tener estima y amor a la Santísima Virgen; así como por el contrario, es un signo infalible de predestinación el entregarse y serle devoto entera y verdaderamente.
María manda en los cielos sobre los ángeles y los bienaventurados. En recompensa de su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y el encargo de llenar con los Santos los tronos vacíos de donde cayeron por orgullo, los ángeles apóstatas. La voluntad del Altísimo, pronta siempre a exaltar a los humildes, es que el cielo, la tierra y los infiernos se rindan, de grado o por fuerza, a los mandamientos de la humilde María, a quien Él ha constituído soberana del cielo y de la tierra, generala de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, obradora de sus grandes maravillas, reparadora del género humano, medianera de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera suya en las grandezas y en los triunfos.
San Luis María de Montfort
"Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen"
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